lunes, 30 de julio de 2007

Paris, la ville de l'amour

París, la ciudad de las luces, del lujo, del amor. Así mismo es, preciosa, iluminada, de sueño. Creo que en este viaje he visto más cosas hermosas que en toda mi vida, y tengo la sospecha que en el resto de lo que me queda de vida también. Pero filo, aún no se acaba y las tres semanas que me quedan acá las voy a disfrutar al máximo. París fue la recompensa de fin de semestre, de que por fin terminamos todo en la universidad, salvo el trabajo para el 15 de agosto que nos persigue como una nubecita negra sobre nuestras cabezas.
Para ir a París hicimos un “team” chileno-australiano-alemán, porque fuimos con Thomas, nuestro amigo germano que habla español porque se cree brasileño. Thomas también habla francés, y como nos metieron el cuco de que los franceses son nacionalistas y no nos iban a pescar si les hablábamos en inglés, decidimos llevar refuerzos. Pero tal como todo lo que me dijeron de Europa antes de llegar, ES UN MITO, los franceses hablan inglés igual como se habla en el resto de los países europeos, así que refuerzo aún más mi creencia: el inglés es el idioma universal.
Lo que sí no es un mito, es que París es caro. Sin embargo, no es más caro que Venecia, que sigue siendo mi referente en carestía. Pero evidentemente todo cuesta más que en Alemania o España. Para un turista pobre, lo más recomendable es ir al supermercado y comprar frutas, o bien comer baguette todos los días. Como dato anecdótico, no vengan a París si tienen más de 25 años, porque todas las promociones y descuentos para subir a la Torre Eiffel, Arco del triunfo, etc; son para menores de 25. Así que estoy en la quemá, el próximo año ya no la cuento…
La cantidad de monumentos y lugares famosos es impresionante, así que les dejo una seguidilla de fotos de cada uno. En los próximos días subiré cosas específicas de cada uno, así que ¡atentos! Por ahora a disfrutar una selección con lo mejor de París, la belle París…
Debido al tour de France, esta imagen es típica: el Arco del Triunfo iluminado para recibir a los ciclistas. Es una tremenda construcción ubicada al final de la avenida Campos Elíseos (Les Champs Élysées) y a la cual se puede subir pagando la módica suma de 5 euros (sólo si se es menor de 25; Thomas la sufrió con esto…), con una vista preciosa de París…

















Qué Dom de Colonia, qué monumento a Hércules, la Torre Eiffel sí que la lleva… a ésta le voy a dedicar un post entero, así que por ahora, sólo le
s cuento que subir a la torre es disfrutar la torre. No es sólo subir y llegar arriba, ella entera es una atracción. Como en la mitad de la torre hay cafeterías, un cine, un restaurant, etc. Gracias, pueblo francés, por brindar al mundo este maravilloso monumento. Acá está el “team” internacional: Magda (Chile), Thomas (Alemania) y Nicole (Chile-Australia) disfrutando de los campos de Marte con la Torre Eiffel a sus espaldas.
















¿Qué diría Víctor Hugo se me viera acá? Esta es la Catedral de Notre
Damme, donde este escritor ambientó su novela y su mítico personaje de Cuasimodo tocando las campanas. No lo vimos, pero la catedral es impresionante.





















Y siguiendo con las catedrales, acá estamos en la del
Sacré Coeur (Sagrado Corazón), la que se ubica en una colina sobre París, y es visible desde casi todos los puntos de la ciudad. Personalmente, me gustó más ésta, aunque ya he visto tantas en este viaje, que al final las encuentro todas bonitas.





















EL LADO CULTURAL. En París visitamos dos museos, y demás está decir que uno de ellos fue el Museo del Louvre. Según Dan Brown (el autor del Código da Vinci) para ver todas las piezas del museo detenidamente (es decir, pararse al menos un minuto frente a cada una) se necesitan cinco semanas. Nosotros estuvimos allí sólo cinco horas. ¿Será suficiente? No sé, pero al menos vi la Mona Lisa de da Vinci, la Venus de Milo y todas las piezas importantes. Aquí una instantá
nea mía en las afueras del museo, con la pirámide de fondo.























El otro museo que visitamos fue el Hotel de los Inválidos, una construcción realizada para dar hospedaje a los soldados heridos de guerra en el siglo XVIII.
Hoy en día es un museo que alberga piezas militares y tumbas de personajes importantes, como ésta que está a mis espaldas. ¿Saben de quién es? DE NAPOLEÓN BONAPARTE, ahhh, esa onda… cuándo iba a pensar que estaría frente a los huesos del inmortal Napoleón…

















Y la última: el mítico Moulin Rouge. Precioso, lujoso, fastuoso, y todos los adjetivos cacofónicos imaginables. ¿Entra
mos? Ni cagando, es carísimo, la entrada más barata (con derecho a ver el show y tomarse media champagne) vale 89 euros, más de 60 lucas chilensis. Gracias…
Voulez-vous coucher avec moi, ce soir?

sábado, 28 de julio de 2007

Las mañanitas en Alemania...

El domingo 22 de julio fue Santa Maria Magdalena, mi santo, o mas bien dicho, "el santo de tu difunta madre", como dice mi papa, porque ella se llamaba asi. Como sea, en Chile mi familia siempre me celebra. Este año iba a pasar piola, pero no fue asi, gracias a ti Pedro, que siempre piensas en mi. Quiero contarlo aca para que todos lo sepan, para que todos vean el lindo ramo de rosas que me mandaste por medio de la Nicole. Ese domingo, como a las 8 am, me llamaste a mi celular y me dijiste que viera debajo de mi cama, y oh! sorpresa, rosas rojas en el dia de mi Santo...

Te amo negro, gracias por tu paciencia, por tus delicadas atenciones, por tenerme tan presente pensando en mi. Soy afortunada moreno, siempre amandonos, siempre juntos.

Un beso, Magdalena.







Varias de Pamplona: Pobre de mí, se terminó San Fermín...

Esto ya es lo último que subo de España, porque después se viene la Belle París. En Pamplona, el carrete se vive de dos maneras: una son los pubs donde van “los pijos” (que según Carlos, nuestro amigo pamplonica, vienen a ser “los cuicos”) y las peñas, que son el carrete del pueblo. Pallá fuimos nosotras, obvio, y al final nos quedamos casi todas las noches en “El Juncal”, una peña flamenca con música en vivo. Como fuimos tantas veces, al final terminamos haciendo amistad con los cantantes. He aquí una fotillo nuestra con el “team” del Juncal, Ángel (voz) y Rafa (guitarra) que a todo esto son gitanos auténticos, como toda la gente que trabajaba allí, partiendo por la dueña, que era profe de flamenco. Yo estaba en mi salsa, obvio.




















Tanto es así que al final terminé, como siempre, cantando en el escenario. Parece que esta veta artística la he desarrollado más en Europa que en Chile… la cosa es que, al ritmo de Gipsy Kings, desplegué todo mi talento (envalentonada por el vino español) y mi amiga Nicole grabó mi performance… He aquí una evidencia audiovisual del momento.






Entre los múltiples espectáculos que había en Pamplona, estaba una feria con puestos de juegos, apuestas, tiro al blanco, etc. También había entretenciones tipo Fantasilandia. Desde un principio, decidimos hacerle empeño a los peluches de Los Simpsons, cada una por sus propias vías. Yo le jugué al básquetbol, tenía que encestar tres pelotas, pero para ser honesta, apesto. El profesor Falcón estaría avergonzado de mí, todo mi training escolar perdido con el paso de los años… La Nicole, por su parte, le jugó a los globos, había que reventar tres tirando tres dardos. Mi amiga tuvo mucho más éxito, se llevó a la familia casi completa, pero se apiadó de mí y me regaló un Bart Simpsons, qué linda eres Nicole… Un par de fotitos del emotivo momento…




































En esta ruedita nos subimos Nicole y yo. Personalmente, me habría subido a varios juegos más, pero mi amiga no soportó, la rueda en realidad era bastante grande y super rápida, y como no queríamos que la Nicole vomitara las papas fritas, lo dejamos hasta ahí.















¿Y dónde dormimos? Bueno, técnicamente no dormimos, pero estuvimos al menos unas cuatro horas diarias metidas dentro del saco. La tónica era dormir después del medio día en los pastos de la ciudadela, pero hubo una noche en que nos tiramos al lado del río, como a las 4 am. Esta foto es a las 7:30 de la mañana, cuando nos despertamos para ir a ver el encierro y no nos dejaron pasar porque habían cortado el camino.











Y la última: me comprometí a tomarme una foto con el atuendo típico de San Fermín, y aquí estoy: pantalón y polera blanca (con florcitas, pa’ hacerlo más femenino) faja al cinto y pañoleta roja al cuello. ¿Me veo bien? Demás poh, QUE VIVA SAN FERMÍN!!

viernes, 20 de julio de 2007

¡Corre, que vienen los toros!

El encierro es brutal. Es estúpido, es violento, es excitante. Sólo lo vimos un día, pero no fue nuestra culpa, lo intentamos una y otra vez, hasta que finalmente lo logramos. El encierro es todo eso que siempre querré hacer y nunca haré. Cientos de hombres corriendo delante de una tropa de toros enfadados, deseosos de pegarle una cornada a esas nalgas vestidas de blanco y rojo que se menean delante de sus cabezas. Mientras estuvimos en Pamplona no hubo muertos, pero sí un sinfín de heridos, en todas las partes imaginables del cuerpo. Brutal.

Ante todo, quiero aclarar algunos mitos sobre los encierros, creados principalmente por lo que uno ve en la televisión. Los toros que sueltan no son “cientos”, ni siquiera una “manada”, sólo son seis, acompañados de cuatro o cinco toros domesticados (bueyes, supongo; no me imagino de qué otra forma se domestican). A los toros los tienen en un corral frente al río, y son los mismos que en la tarde se enfrentan a los toreros en la Plaza de Toros. Es así como cuando uno los ve correr, si es que tiene ojo de lince y si compró el diario a tiempo, puede distinguirlos por su “identidad” entre la multitud (ya dije que el diario publica todos los días una “biografía” de cada toro que corre). La cosa es que para llevar a los toros desde el corral hasta la plaza (para “encerrarlos” en la plaza, de ahí el nombre “encierro”), no encontraron nada mejor que hacerlos correr todo ese trayecto (unas 10 cuadras, por lo bajo) acompañados del perraje que los incita. He aquí otro mito: en la tele, parece que fuera un montón de rato que los toros corren, pero es tan rápido todo, que en total el encierro no dura más de dos minutos. Esto sucede durante los ocho días de San Fermín, puntualmente a las 8 de la mañana.

Hay tres formas de ver los encierros. La típica que vemos en la televisión es con la gente cómodamente instalada en los balcones de añosos edificios de la estrecha calle Estafeta, principal vía por donde la caravana pasa corriendo. Pero instalarse en un balcón y mirar hacia abajo cuesta 40 euros por persona (unas 30 lucas chilensis). Este precio es para los sudacas como nosotras, porque ya cachamos que como te ven, te cobran. Conocimos a un norteamericano que preguntó cuánto le cobraban por instalarse en un balcón, y le dijeron 100 euros, jajaja… la “módica suma” le incluía desayuno post encierro, sillones de felpa, vista privilegiada, etc. Lo que no le dijeron al gringuito es que, en promedio, los toros tardan tres segundos en pasar por la calle sobre la cual está ubicado tu puto balcón. Weones estafadores…

La segunda manera es ponerse lisa y llanamente en las murallas de las calles del recorrido, en algún recoveco de una puerta, o detrás de las barreras de contención que ponen para que los toros no tomen otra calle. Esto es re peligroso, porque generalmente los toros que se “descuelgan” (los que se salen del grupo y se quedan atrás corneando gente) las emprenden contra el weonaje que está parado a los lados y que no halla qué hacer cuando ve a un animal de 700 kilos corriendo desaforado en la misma dirección donde están. Lo que también es típico es que los tipos que vienen corriendo se cansen y se metan entre la gente, y el toro que los seguía las emprenda contra esa misma gente… Y lo peor que puede pasar es que el toro se resbale y se caiga sobre alguien (aplastándolo), y se pare pal otro lado (no hacia la plaza, sino hacia el corral, desde donde salieron) y empiece a cornear a la gente sapa que venía caminando detrás de la caravana.

La tercera manera (económica, segura, eficaz) es ponerse detrás de las murallas de Santo Domingo y observar todo el show previo que hacen los corredores antes de empezar, ver salir a los toros desde el corral y mirar cómo se encuentran con los corredores, recorrido que en total dura 10 segundos. Es decir, tres veces más que los tipos que están en el balcón. Para estas dos últimas opciones, el requisito es ubicarse a las 5 de la mañana en el puesto, a más tardar a las 6, porque a las 7 la cuestión ya está que revienta, no cabe nadie. A eso de las 7:30, los corredores empiezan a llegar a Santo Domingo y esperan a que traigan la estatua de San Fermín, la que se ubica en una especie de altar en un hueco de la muralla, y le cantan y rezan por sus vidas. Como a las 7:50 vuelven a rezar, y a las 7:55 rezan por última vez. A las 8 en punto tiran una bengala, y al escuchar el pistoletazo, los corredores se ponen en sus marcas. A la segunda bengala, unos 10 segundos después, sueltan los toros. Uhhhhhhhhhh, son tremendos! Según lo que nos dijo Carlos, un compinche de Pamplona que nos hicimos, los toros corren a 50 kilómetros por hora (en subida, cáchate) y los tipos que corren van a duras a penas a 20 km/h. Es por eso que nadie hace el recorrido entero, los tipos que se ubican al principio se salen en la mitad, o antes, y allí hay más gente esperando que se une a los corredores, y así. Nuestro amigo Carlos nos contó que cuando él tenía 16 años, tuvo la estúpida idea de correr en el último tramo, lo botaron, y cuando se paró, vio una cabeza de toro encima y corrió como enfermo. La cosa fue es que cuando entraron a la arena de la Plaza de Toros, en vez de abrirse hacia los lados, siguió corriendo en la misma dirección que los toros, onda que casi se mete con los mimos toros hacia el corral donde los encierran, hasta que otro corredor lo agarró de un brazo y lo tiró para el lado, jajaja… Después de eso nunca más ha vuelto a correr.

Demás está decir que nosotras tomamos la opción c (la seguridad de las murallas) y por eso puedo contar cómo fue que vi los corredores llegar y los toritos salir. Pero para eso, nos fuimos a instalar a las 5:30 de la mañana a las murallas y aguantamos sin movernos, sin comer, sin ir al baño hasta las 8 am. Hay una cuarta forma, aún más cómoda, que es verlo por la tele, pero para eso me quedo en Chile…

YO ESTUVE AHÍ. Magda instalada en las murallas de Santo Domingo, 7:50 de la mañana. Abajo, los corredores preparándose para el encierro. De fondo, los balcones de 40 euros por nuca.












Los corredores rezando por sus vidas. La costumbre es rezar con un diario en la mano y luego correr con él, no sé para qué. De fondo, el camino por donde aparecen los toros, uhhhh…















PARTIERON! Esta foto la tomé el día anterior, cuando no pude ver el encierro porque nos fuimos a dormir frente al río para estar cerca de los toros y de Santo Domingo (dormimos justo detrás del corral) y cuando empezamos a caminar hacia las murallas, nos encontramos con que estaba cerrado el paso y nos tuvieron ahí hasta que partió el encierro. No importa, al menos tengo la “evidencia”, la foto del momento exacto donde los toros salen del corral. Esa onda…












CORRE, CORRE! Una instantánea de cuando los toros van detrás de los corredores. Esta foto no la tomé yo, pero no importa, cierto?















LOS REZAGADOS. Estos toritos pasan como a las 3 minutos después de que pasan los primeros. También son bueyes y corren más lento y no son peligrosos. Nos explicaban que los toros son animales de manada, y que cuando se ven solos, no saben qué hacer, pero si ven a un camarada, se unen y se van con ellos. El sentido de mandar estos toritos después es que, si alguno de los toros grandes se “descolgó”, cuando ve a éstos se va con ellos hasta la plaza de toros, guiados por supuesto por los pastores (el tipo que viene atrás, con un palo en la foto anterior). ¡¡¡QUE VIVA SAN FERMÍN!!!

jueves, 19 de julio de 2007

Magda cantante en Kassel, Alemania

¡Y se terminó el semestre! Ayer fueron nuestras últimas dos clases y ya todo se acabó, salvo el último trabajo que está para el 15 de agosto. Pero sobrevivimos estoicamente, le hicimos frente a temas de otras áreas, a un país extraño y a gente desconocida. Y en mi caso, a un idioma que no es el mío, a una experiencia que nunca había tenido (salir del país) y a todos mis miedos de alejarme de mis abuelos y dejar mi rutina en Chile. Para mí fue realmente un desafío, y voy a recordar por el resto de mi vida todo lo que he aprendido acá, lo que he ganado, el tesoro que me llevaré conmigo, en mi mente y en mi corazón.

Antes de seguir con España, quiero describir lo linda que fue la fiesta de anoche, para celebrar el fin de semestre. Lo pasé la raja, fue increíble. Resulta que la universidad tiene un grupo que constantemente realiza foros y actividades relacionadas con América Latina (el mismo que nos invitó a representar a Chile a inicios de semestre, en la Semana de América Latina, ¿se acuerdan?). Bueno, este mismo grupo organizó una fiesta latina anoche, y a todos los latinos que estudiamos en la U se nos invitó a presentar un show, onda “muéstrenos su gracia”, pero por supuesto, no todos engancharon. Al final se presentaron como 5 números: una pareja de tango, otra de salsa, un tipo que tocó bosanova y un dueto en guitarra. Y por supuesto, su servidora, quien se subió al escenario a cantar con Paco, nuestro amigo de México.

En honor a la verdad, DEJAMOS LA CAGÁ, fue increíble, la gente se volvió loca aplaudiendo. Cantamos tres canciones y nos ovacionaron como super estrellas, me sentí la raja, pucha, más recuerdos hermosos que sumar a la larga lista que ya tengo. Después, fiesta toda la noche, hasta como las 3 am. Y hoy, levantarse a la una de la tarde a disfrutar de las próximas 4 semanas que nos quedan en Alemania, y junto con ellas, los próximos destinos: París (Francia), Sttutgart (Alemania), Cracovia (Polonia), y Praga (República Checa). Se nos acaba Europa, es cierto, pero mi felicidad es infinita.





Aprovecho de despedirme de ti, Paco: Francisco Moreno Galindo, mi cuate de México. Gracias por darte el tiempo de ensayar conmigo las canciones, aún sabiendo que tienes tanto que hacer en tu práctica en la Volkswagen. Gracias por tu valiosa amistad, sincera y desinteresada, por todos los datos que nos diste cuando recién llegamos aquí, por ser siempre el amigo dispuesto a ayudar. Sé que para ti las despedidas también son difíciles, sobre todo con Cristina, tu linda novia, pero como tú dices, fue lindo mientras duró y los recuerdos quedan por siempre. Eres una gran persona, Paco, y me siento orgullosa de haberte conocido. Te deseo toda la suerte del mundo, acá, en tu país, o donde quiera que vayas. Te queremos mucho, gracias por todo.

Magdalena.

Nicole, Paco y Magda en la primera Fiesta Latina de la Universidad de Kassel, por allá por abril… como pasa el tiempo, amigos míos…


martes, 17 de julio de 2007

Pamplona y la fiesta de San Fermín: una ciudad que no duerme

Sangre, toros, alcohol. Así es Pamplona durante la fiesta de San Fermín. Durante ocho días, la ciudad no duerme, todo es fiesta, copete, toros, encierros y gente vestida de rojo y blanco. La cagá; gente de todas partes del mundo unida en una semana con la misma ropa y las mismas ganas de juerga, de que no pare, de que no se acabe la sangría, de que viva San Fermín…


Nos fuimos a España el lunes pasado, y nos regresamos el viernes, hechas un par de estropajos humanos. Las cuatro noches que estuvimos allí prácticamente no dormimos, todo era juerga, encierros, australianos sobreexcitados con la idea de correr con los toros y gente de todas las edades celebrando a San Fermín.

La rutina es la siguiente. La gente vuelve a la vida a eso de las seis de la tarde, y quienes tuvieron la suerte de comprar un ticket para ver las corridas se dirigen presurosos a la Plaza de Toros, donde está toda la acción: los toreros, los picadores, los toros que van a morir y el gentío desesperado. Cuando termina, la gente va a comer a las ferias que se instalan en Pamplona con comida típica (paella, pulpo, etc.) y espera los fuegos artificiales a las 11 de la noche. Es increíble, pero todos los días hay fuegos, es un concurso internacional y el espectáculo dura casi media hora, es conmovedor… Después de eso empieza la fiesta: cientos de bandas van por la calle tocando música e invitando a los turistas a los cientos (miles!) de pubs y peñas que existen en el casco antiguo de la ciudad. La fiesta dura toda la noche, la juventud toma en las calles, los locales venden bocadillos calientes (una sándwich queso-jamón preparado en pan baguette) y todo es una marea de gente rojiblanca con sangría en la mano. La sangría es una especie de trago típico de esta fiesta, y que en realidad es una bomba alcohólica: martini, vodka, fruta (naranja, duraznos y lo que le apetezca) montado en una base de vino, que lo deja a uno pidiendo agüita después de probarlo… A las 5 de la mañana, los fiesteros que quieren ver el encierro se empiezan a dirigir al recorrido de los toros, porque más tarde no queda espacio. El encierro es el momento en que sueltan los toros desde el corral y los hacen llegar hasta la plaza de toros, con todo el weonaje que corre con ellos. Esto se hace todos los días de San Fermín a las 8 am, y el horario produce que muchos extranjeros que estuvieron tomando toda la noche se envalentonen, corran con los toros, se caigan y dejen la cagá. Consecuencias: cornadas en la piernas, en la cara, en la guata, hasta en las axilas! Gringos y australianos ebrios son las presas favoritas de los morlacos que corren todos los días. Para el desayuno: chocolate caliente y churros.

A las 9 am sale la comparsa de los gigantes y cabezudos desde la estación de autobuses con rumbo a la ciudad. Es un desfile con muñecos, principalmente para los niños, porque San Fermín (a pesar del alcohol en cantidades industriales) es una fiesta para toda la familia. Después de eso, tipín 11 am, la Plaza de Toros abre sus puertas de nuevo, pero en las mañanas el espectáculo es gratuito, y consiste principalmente en atracciones humorísticas con los toritos, porque los grandes (los peligrosos, los de verdad) están en el espectáculo de la tarde, en la corrida.

Después del medio día, hay un sinfín de actividades para los asistentes a la fiesta: misa en la capilla de San Fermín, recitales de jota, etc; pero la mayoría de la gente se va a dormir. Aquí es donde la juventud como nosotras agarra su saquito y se va a dormir a la ciudadela, sobre el pasto, transformando el parque en albergue público. A eso de las 5 e la tarde, nos levantamos a almorzar, y de ahí vuelta a la Plaza de Toros de nuevo… ¡que viva San Fermín!

Magda en su primera noche en Pamplona. Cuando llegamos, la cosa ya estaba así: gente tomando en la calle, nigerianos tocando música, bandas con trompetas y batucadas, etc. La fiesta que no se acaba mientras duran los san fermines.



















Nicole y Magda carreteando con la tercera edad. Fíjense en la ropa: cuando llegamos en el bus, fue como un show: todos (pero todos!) vistiendo la misma tenida, pantalón y polera blanca, pañoleta roja al cuello y faja roja en la cintura.



















Magda bailando flamenco en la peña “El Juncal”, una especie de pub con flamenco en vivo que me hizo sentirme toda una española…y olé!



















Las niñas con sus tenidas de San Fermín. Pañoleta y polera característica (no quise comprar una blanca porque lo encontré muy fome), más la faja que no se alcanza a ver. La polera de Nicole simulaba estar manchada con sangre, y la mía es el diseño oficial de los san fermines de este año. Ángela Bustamante, amiga mía, yo te pregunto, ¿te gusta mi polera? Más te vale que sí, PORQUE COMPÉ UNA IGUAL PARA TI, claro que en color blanco, si la weá no es uniforme, jajaja… ya ves que sacaste regalo con tus fieles posteos, pero me la vas a tener que cobrar cuando llegue a Chile, porque en una de esas me arrepiento…



Toros y toreros: sangrienta adicción

La Plaza de Toros es como nuestras medialunas chilenas, con la diferencia de que acá los animales mueren. Cada vez que vi este espectáculo en la tele, siempre dije: “españoles bárbaros, como es posible que la gente pague por ver esas masacres”. Ahora que lo vi en vivo y en directo, no lo justifico, pero lo entiendo. Las corridas son violentas, son morbosas, pero son adictivas. Después del segundo toro, me sorprendí a mí misma gritando: ya puehhh, mátalo, mátalo! Era como si no pudiera contenerme, por favor denme más… La entrada para ver las corridas vale 25 euros (poco menos de 20 lucas) y la plaza se llena. Cada tarde se corren seis toros, grandes, peligrosos, amenazadores, cada uno entre 500 y 700 kilos. Todos los días, el diario publica una foto de cada uno y una especie de “biografía”, de manera que los asistentes ya saben cómo se llaman, cuánto pesan, etc.

Se presentan tres toreros en total (no al mismo tiempo, obvio), y cada uno mata dos toros. La tónica es la siguiente: el toro entra a la arena corriendo desaforado, donde es recibido por el “staff” del torero, que son toreros menores que se encargan de marear al animal antes de que el torero estrella lo enfrente. Lo que me llamó la atención fue un personaje llamado “picador” que entra al ruedo a caballo y su misión es pegarle dos piquetes en la espalda al toro a fin de dañarlo antes de que el torero lo enfrente. Asimismo, los “ayudantes” del torero le entierran seis banderillas en la espalda (que son esa especie de palitroques con un fierro en la punta y que quedan colgando del toro), y recién ahí, el torero se enfrenta con su enemigo. En honor a la verdad, hay que reconocer que cuando el torero entra en acción, el toro ya está bastante aporreado, seguramente para asegurarse de que en cada corrida sean los animales los que mueren, y no los toreros.

Se supone que después de que el tipo ha hecho todo el show con el capote (nombre que recibe el mantel rojo con el que torea), el torero saca una espada y se la entierra al toro justo entre los omóplatos. Si el torero es bueno, la espada debería atravesar el corazón del animal y éste moriría al instante. Esto casi nunca pasa; generalmente la espada atraviesa los pulmones y el toro queda corcoveando con la lengua afuera. Aquí viene la segunda estocada, esta vez con un cuchillo que tiene la punta en forma de cruz. Se supone que con este cuchillo, el torero toca al toro en un punto determinado (un hueso, o algo así) y cuando lo hace, el toro debería caer muerto instantáneamente. Esto tampoco pasa muy seguido. La verdad es que de los tres toreros que vimos, sólo uno hizo esta gracia (y sólo una vez) y los demás necesitaron del descabellador para matar a su toro, un sujeto que entra con un cuchillo pequeño y le da el cuchillazo final al animal para mandarlo a mejor vida.

El premio del torero tampoco es muy elegante… si la gente ovaciona al matador porque hizo una buena faena, el tipo se lleva una oreja del cadáver (que se la cortan ahí mismo). Si en realidad fue muy bueno, se lleva dos, y si fue la raja, la cagá, onda que fe con cuática su presentación, también se lleva el rabo. De los que vimos, sólo dos se llevaron una oreja, nada más. No era muy bueno el nivel (saaaa, ella poh, la comentarista…).

Aquí una imagen mía al interior de la plaza de toros. Nótese lo lindas que se ven las graderías con toda la gente vestida igual.



















El toro enfrentado al “staff” del torero. Estos tipos lo torean con un capote fucsia, porque el rojo es del matador. Nótese el sujeto detrás arriba del caballo, ése es el “picador”. El pobre caballo siempre toca la peor parte, porque para que el picador hiera al toro, éste tiene que atacar al caballo. Sin embargo, se supone que esa armadura que le ponen no permite que los cuernos lo toquen. Aún así, hubo un día en que un toro botó al caballo con jinete y todo, así que no me digan que al pobre caballito no le pasa nada… Lo que sí es interesante: el caballo está con los ojos vendados, para que no cache el animalote que se le viene encima…


















AHORA ES EL MOMENTO. Detalle del instante justo en que el torero saca la espada para enterrársela al toro, que ya está muy cansado y con las banderillas colgando.



















Y MURIÓOOO… La partida del torito tras recibir las estocadas mortales.

jueves, 5 de julio de 2007

No es que no quiera volver, la cosa es que no me quiero ir…

Estoy cansada. Y creo que es más que cansancio físico, más que las levantadas temprano para ir a clases o los trasnoches para terminar de leer los textos. Más que las fiestas de fin de semana y los viajes por Europa. Es más que eso. Es que es mi primer viaje fuera de Chile; mi primera estadía de más de un mes fuera de San Carlos. Creo que la primera vez que estuve sin ir a mi casa tanto tiempo fue cuando hice la práctica en la Revista Qué Pasa, en Santiago, y que dejé pasar como tres semanas sin ir a San Carlos, y mis abuelos me recibieron como al hijo pródigo, como si hiciera muchísimo tiempo que no nos veíamos, diciéndome: que te echamos de menos mija…

¿Será así ahora? No. Yo creo que mucho más, sin duda. El problema es que la vida es cíclica, y tal como esa vez en Santiago, ahora resulta que no me quiero ir. Me acuerdo que cuando llegué a la revista, ya llevaba viajando mucho tiempo a Santiago, conocía la ciudad y todo, pero nunca había estado viviendo allí. Esos tres meses fueron como vacaciones para mí; trabajaba de lunes a viernes, pero almorzaba en el casino de COPESA con mis compañeros de práctica, en las tardes íbamos por un trago en algún bar, hacíamos vida social. Me movía por el metro a mis anchas, y nuestra capital es realmente acogedora en verano, cuando hay tantas personas de vacaciones fuera de la ciudad, sin congestión, sin escolares, y viviendo en un barrio residencial de Providencia… los fines de semana nos íbamos al barrio Suecia con mis colegas de Conce que también estaban haciendo la práctica en medios santiaguinos, y los recuerdos que tengo de ese verano son los mejores; los amigos que hice y la experiencia que gané. El problema es que llegó abril y con ello el fin de la práctica; había que volver a la universidad y yo no me quería ir. Recuerdo haber abrazado el computador de mi escritorio en la Revista y haber dicho: Noooo, no me quiero irrrr, por favor que no se acabeeee…

Ya hacen más de tres meses que estoy acá y me quedan sólo siete semanas. Ahora, como entonces, no me quiero ir, no me quiero ir, no me quiero ir… Es terrible, porque sé que no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague, no puedo quedarme porque las clases se terminan, la beca se acaba, la visa se vence y nuestros amigos vuelven a sus países de origen. A fines de agosto, aquí no habrá nada para mí, salvo la certeza de que mi momento ha llegado y tendré que volver a Frankfurt con mi maleta de 20 kilos. Es extraño, pero creo que esto ya me pasó, y que la vida es una especie de dejavú donde constantemente repetimos momentos que ya experimentamos. Eso sin contar que me esperan con ansias en Chile, mi papá, mis abuelos, mi novio, mis amigos… y yo a mi vez tengo tantas ganas de verlos, de abrazarlos, de llenarlos de besos y contarles todo lo que he aprendido acá. El problema es que los sentimientos son encontrados; no es que no quiera volver, la cosa es que no me quiero ir… ¿se entiende la diferencia?

Alemania ha sido buena conmigo. Aún me quedan casi dos meses para seguirla disfrutando, toda ella y el resto de Europa. Pero no puedo evitar pensar en el final, porque ya está pasando, ya hoy me he despedido de dos amigos que regresan a sus países para nunca más volver. Un mexicano que terminó su carrera y una chica de Puerto Rico que se va a Estados Unidos. Mi espíritu pragmático me obliga a ser realista, y no puedo decir como Nicole “hasta pronto”, porque sé que no los veré más. Sé que todo lo que he vivido acá no se repetirá nunca, ni aunque vuelva a Alemania en un par de años, porque el presente sólo se vive una vez y porque un hombre jamás se baña dos veces en el mismo río. Voy a extrañar cada centímetro de mi pieza, cada gota de la lluvia intermitente de Kassel y los intrincados pasillos de la universidad. Cuando sea vieja, viejita, voy a mirar las fotos y diré: sí, yo fui feliz esos días, cuando supe que había otro mundo más allá de mi amada Concepción…

El lunes nos vamos a España. Vamos a Pamplona, a la fiesta de San Fermín, donde la gente corre desaforada delante de los toros. Yo tengo miedo hasta de las vacas, así que difícilmente me van a ver en las corridas, pero prometo fotos de los suicidas que corran. Espero de todo corazón que Nicole no esté en ese grupo. Por ahora, lo prometido es deuda: una selección de los mejores lugares de Roma, la histórica, la religiosa, la cultural. Que las disfruten.

Nicole y Magdalena en el Palatino Romano. Acá se conserva la mayoría de las ruinas de la ciudad, restos de palacios, del Foro Romano, pilares, rocas, etc. Se encuentra muy cerca del Coliseo y caminar por los restos es sentir la latencia de Roma Antigua y toda su civilización. Imperdible.




















Nicole con el Castillo de San Ángelo de fondo. Esta construcción se encuentra próxima a la Plaza de San Pedro y tiene un pasadizo subterráneo hasta el Vaticano, hasta el mismísimo despacho Papal según cuenta la leyenda. Hoy en día es un museo y puede ser recorrido por la oleada de turistas que a diario pasean por las intrincadas calles romanas.




















Magda al interior del Coliseo. Entrar aquí salió caro, pero valió la pena. Si le hacen zoom a la foto, podrán apreciar las escaleritas que hay al lado derecho de mi cabeza, justo al lado de mi pelo. ¿Las ven? Bueno, así era el edificio por dentro, antes de que se cayera todo eso y quedaran sólo los escombros. En un intento por demostrar parte de lo que fue, hay un sector de la “arena” del Coliseo que ha sido reconstruida (ahí donde se ven los andamios). La arena estaba sobre los muros que se ven abajo, y que en realidad son lo que queda de las mazmorras donde estaban los prisioneros, los gladiadores y los leones hambrientos.




















Magdalena al exterior del Coliseo, con dos romanos auténticos. Dos euros la foto, de película, onda Bern Hur.

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Roma: Ciudad del Vaticano

Al Vaticano fuimos los tres días que estuvimos en Roma. La primera vez (el sábado) subimos a la cúpula de la Basílica de San Pedro, bajamos a la gruta Vaticana a ver las tumbas de los Papas (incluida la de Juan Pablo II), y nos paseamos por la bella Plaza de San Pedro, obra del genial Lorenzo Bernini.

El segundo día (domingo) fuimos a la misa, y tuvimos el privilegio de comulgar. Guau, para alguien que fue educada en la religión católica, comulgar en el Vaticano es una experiencia digna de publicar en el blog. Había una cola kilométrica para entrar a la Basílica y la seguridad es más brígida que para ingresar a la Casa Blanca (me imagino). La fastuosidad de la Basílica por dentro es impresionante, oro, estatuas de Miguel Ángel (La Piedad), los restos de San Pedro. La cuna del catolicismo frente a mis ojos, y frente a los de los miles de turistas de todo el mundo que habían allí.

El tercer día (lunes) fuimos a los Museos Vaticanos, pero sólo ingresamos a la Capilla Sixtina. Hay museos egipcios, etruscos, estancias de Rafael, pero hay tanta gente y es todo tan grande (y el tiempo se va tan rápidamente), que nos decidimos por ver la mítica capilla donde Miguel Ángel pintó su juicio final, y donde los cardenales se reúnen a escoger un nuevo Papa. A propósito, preguntamos por Benedicto XVI y se nos explicó que todos los domingos al medio día se asoma a la ventana y saluda a los fieles congregados en la plaza. Sin embargo, ese fin de semana se encontraba en Asís y no pudimos verlo. Una lástima, porque las posibilidades de verlo son mínimas. Sólo hace misas dos veces al año: en Navidad y Pascua de Resurrección. Bueno, no importa, igual me gustaba más Juan Pablo II, jajaja (dijo la picá…).

Para subir a la cúpula de la Basílica había dos modalidades. Una es subir en ascensor y luego a pie por 220 escalones, lo que tiene un costo de 7 euros (5 lucas). La otra modalidad es más económica pero más sacrificada: subir todo el trayecto a pata, que implica 550 escalones y 4 euros. Nicole y yo decidimos que la cosa tenía que ser con esfuerzo, con sacrificio, y por qué no decirlo, con ahorro (de $). Así que nos fuimos a pie hasta arriba, y la vista es impresionante, toda Roma ante los ojos de nosotros y de Dios. En esta foto estoy mirando la Plaza de San Pedro desde lo más alto de la cúpula de la Basílica.

























La Plaza de San Pedro está rodeada por una especie de circunvalación de columnas, cuatro corridas por cada lado. Lo que no sabíamos es que justo al centro de la Plaza hay dos puntos desde los cuales ocurre una ilusión óptica muy interesante. Si se fijan en esta foto, se ve una fila de pilares perfectamente ordenados; sin embargo, detrás de cada pilar hay tres pilares más. Si uno se para en cualquier parte de la plaza, se ven los cuatro pilares, pero si uno se para en ese punto en particular, sólo se ve uno, y los demás quedan ocultos atrás. Simpático, ¿ah?




















YO ESTUVE AHÍ. Esta foto se ve como el hoyo, pero al menos se alcanza a apreciar que detrás de mí están los mundialmente famosos frescos de Miguel Ángel ilustrando el Juicio Final. Lo anecdótico de esto es que estaba prohibido sacar fotos dentro de la capilla, sin embargo, nadie, pero NADIE hacía caso de la prohibición. Tenían solo un guardia diciéndole a la gente: ¡No pictures, no filmations! Pero era tan estúpido, la capilla igual es grande y tenían sólo a un tipo para los cientos de turistas apretujados al interior. Entonces cuando el guardia iba para el altar, los que estábamos atrás sacábamos fotos como desesperados, y cuando venía a decirnos que cortáramos la weá (porque se notaba chato el pobre) los turistas de adelante ya estaban sacando fotos descaradamente otra vez. O sea, si no quieren que tomen fotos, prohíban entrar con cámaras o algo así, pero no pretendan que un miserable guardia detenga a una tropa de extranjeros deseosos de subir fotos al blog. Sorry.

























EL UNO PARA EL OTRO. No pude dejar de extrañarme por esta imagen. Resulta que en el piso de la Plaza de San Pedro están grabados todos los signos del zodiaco, pero no los doce por separados, sino de a dos, en seis discos como éste, donde estoy sentada. La cosa es que yo busqué el mío para ver con quién estaba emparejado, y casi me voy de poto. Esto que dice en el disco es ARIETE 21 MARZO, BILANCIA 23 SETTEMBRE. Yo soy ARIETE (Aries) y mi compañero es BILANCIA (Libra, la balanza). Lo importante de esto es que yo nací justo el 21 de marzo, y Pedro, mi novio, es libra y nació el 23 de septiembre. Se pueden imaginar mi sorpresa cuando vi ambas fechas juntas, su cumpleaños y el mío, mi signo y el suyo, unidos frente a mí en el lugar más sagrado del catolicismo. El 21 de marzo empieza el otoño, el 23 de septiembre la primavera. Pedro, esta foto es para ti.

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