viernes, 20 de julio de 2007

¡Corre, que vienen los toros!

El encierro es brutal. Es estúpido, es violento, es excitante. Sólo lo vimos un día, pero no fue nuestra culpa, lo intentamos una y otra vez, hasta que finalmente lo logramos. El encierro es todo eso que siempre querré hacer y nunca haré. Cientos de hombres corriendo delante de una tropa de toros enfadados, deseosos de pegarle una cornada a esas nalgas vestidas de blanco y rojo que se menean delante de sus cabezas. Mientras estuvimos en Pamplona no hubo muertos, pero sí un sinfín de heridos, en todas las partes imaginables del cuerpo. Brutal.

Ante todo, quiero aclarar algunos mitos sobre los encierros, creados principalmente por lo que uno ve en la televisión. Los toros que sueltan no son “cientos”, ni siquiera una “manada”, sólo son seis, acompañados de cuatro o cinco toros domesticados (bueyes, supongo; no me imagino de qué otra forma se domestican). A los toros los tienen en un corral frente al río, y son los mismos que en la tarde se enfrentan a los toreros en la Plaza de Toros. Es así como cuando uno los ve correr, si es que tiene ojo de lince y si compró el diario a tiempo, puede distinguirlos por su “identidad” entre la multitud (ya dije que el diario publica todos los días una “biografía” de cada toro que corre). La cosa es que para llevar a los toros desde el corral hasta la plaza (para “encerrarlos” en la plaza, de ahí el nombre “encierro”), no encontraron nada mejor que hacerlos correr todo ese trayecto (unas 10 cuadras, por lo bajo) acompañados del perraje que los incita. He aquí otro mito: en la tele, parece que fuera un montón de rato que los toros corren, pero es tan rápido todo, que en total el encierro no dura más de dos minutos. Esto sucede durante los ocho días de San Fermín, puntualmente a las 8 de la mañana.

Hay tres formas de ver los encierros. La típica que vemos en la televisión es con la gente cómodamente instalada en los balcones de añosos edificios de la estrecha calle Estafeta, principal vía por donde la caravana pasa corriendo. Pero instalarse en un balcón y mirar hacia abajo cuesta 40 euros por persona (unas 30 lucas chilensis). Este precio es para los sudacas como nosotras, porque ya cachamos que como te ven, te cobran. Conocimos a un norteamericano que preguntó cuánto le cobraban por instalarse en un balcón, y le dijeron 100 euros, jajaja… la “módica suma” le incluía desayuno post encierro, sillones de felpa, vista privilegiada, etc. Lo que no le dijeron al gringuito es que, en promedio, los toros tardan tres segundos en pasar por la calle sobre la cual está ubicado tu puto balcón. Weones estafadores…

La segunda manera es ponerse lisa y llanamente en las murallas de las calles del recorrido, en algún recoveco de una puerta, o detrás de las barreras de contención que ponen para que los toros no tomen otra calle. Esto es re peligroso, porque generalmente los toros que se “descuelgan” (los que se salen del grupo y se quedan atrás corneando gente) las emprenden contra el weonaje que está parado a los lados y que no halla qué hacer cuando ve a un animal de 700 kilos corriendo desaforado en la misma dirección donde están. Lo que también es típico es que los tipos que vienen corriendo se cansen y se metan entre la gente, y el toro que los seguía las emprenda contra esa misma gente… Y lo peor que puede pasar es que el toro se resbale y se caiga sobre alguien (aplastándolo), y se pare pal otro lado (no hacia la plaza, sino hacia el corral, desde donde salieron) y empiece a cornear a la gente sapa que venía caminando detrás de la caravana.

La tercera manera (económica, segura, eficaz) es ponerse detrás de las murallas de Santo Domingo y observar todo el show previo que hacen los corredores antes de empezar, ver salir a los toros desde el corral y mirar cómo se encuentran con los corredores, recorrido que en total dura 10 segundos. Es decir, tres veces más que los tipos que están en el balcón. Para estas dos últimas opciones, el requisito es ubicarse a las 5 de la mañana en el puesto, a más tardar a las 6, porque a las 7 la cuestión ya está que revienta, no cabe nadie. A eso de las 7:30, los corredores empiezan a llegar a Santo Domingo y esperan a que traigan la estatua de San Fermín, la que se ubica en una especie de altar en un hueco de la muralla, y le cantan y rezan por sus vidas. Como a las 7:50 vuelven a rezar, y a las 7:55 rezan por última vez. A las 8 en punto tiran una bengala, y al escuchar el pistoletazo, los corredores se ponen en sus marcas. A la segunda bengala, unos 10 segundos después, sueltan los toros. Uhhhhhhhhhh, son tremendos! Según lo que nos dijo Carlos, un compinche de Pamplona que nos hicimos, los toros corren a 50 kilómetros por hora (en subida, cáchate) y los tipos que corren van a duras a penas a 20 km/h. Es por eso que nadie hace el recorrido entero, los tipos que se ubican al principio se salen en la mitad, o antes, y allí hay más gente esperando que se une a los corredores, y así. Nuestro amigo Carlos nos contó que cuando él tenía 16 años, tuvo la estúpida idea de correr en el último tramo, lo botaron, y cuando se paró, vio una cabeza de toro encima y corrió como enfermo. La cosa fue es que cuando entraron a la arena de la Plaza de Toros, en vez de abrirse hacia los lados, siguió corriendo en la misma dirección que los toros, onda que casi se mete con los mimos toros hacia el corral donde los encierran, hasta que otro corredor lo agarró de un brazo y lo tiró para el lado, jajaja… Después de eso nunca más ha vuelto a correr.

Demás está decir que nosotras tomamos la opción c (la seguridad de las murallas) y por eso puedo contar cómo fue que vi los corredores llegar y los toritos salir. Pero para eso, nos fuimos a instalar a las 5:30 de la mañana a las murallas y aguantamos sin movernos, sin comer, sin ir al baño hasta las 8 am. Hay una cuarta forma, aún más cómoda, que es verlo por la tele, pero para eso me quedo en Chile…

YO ESTUVE AHÍ. Magda instalada en las murallas de Santo Domingo, 7:50 de la mañana. Abajo, los corredores preparándose para el encierro. De fondo, los balcones de 40 euros por nuca.












Los corredores rezando por sus vidas. La costumbre es rezar con un diario en la mano y luego correr con él, no sé para qué. De fondo, el camino por donde aparecen los toros, uhhhh…















PARTIERON! Esta foto la tomé el día anterior, cuando no pude ver el encierro porque nos fuimos a dormir frente al río para estar cerca de los toros y de Santo Domingo (dormimos justo detrás del corral) y cuando empezamos a caminar hacia las murallas, nos encontramos con que estaba cerrado el paso y nos tuvieron ahí hasta que partió el encierro. No importa, al menos tengo la “evidencia”, la foto del momento exacto donde los toros salen del corral. Esa onda…












CORRE, CORRE! Una instantánea de cuando los toros van detrás de los corredores. Esta foto no la tomé yo, pero no importa, cierto?















LOS REZAGADOS. Estos toritos pasan como a las 3 minutos después de que pasan los primeros. También son bueyes y corren más lento y no son peligrosos. Nos explicaban que los toros son animales de manada, y que cuando se ven solos, no saben qué hacer, pero si ven a un camarada, se unen y se van con ellos. El sentido de mandar estos toritos después es que, si alguno de los toros grandes se “descolgó”, cuando ve a éstos se va con ellos hasta la plaza de toros, guiados por supuesto por los pastores (el tipo que viene atrás, con un palo en la foto anterior). ¡¡¡QUE VIVA SAN FERMÍN!!!

1 comentario:

Andrea dijo...

a lo chileno "la cago es mas peluo de lo que pensaba" pero exelente besos
andre